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Los peligros de la prisa en el proceso educativo
Un aspecto esencial que conviene cultivar en el niño durante los primeros años de vida es la comprensión del mundo, y ése es un proceso mágico si aprendemos a educar en el asombro. Hoy en día se hace más necesario que nunca pararnos a observar la evolución de los procesos más que los productos acabados para tomar conciencia de ello y aprender a valorar el camino frente al resultado. Esta es una habilidad más a considerar como un indicador del grado de desarrollo de la inteligencia emocional de un individuo (lo explicamos mejor en este artículo).
Actualmente, parece que hayamos perdido el gusto por lo natural, por los procesos, por el tiempo que necesitan las cosas para formarse y desarrollarse, por maravillarnos con los pequeños detalles, etc. Buscamos ante todo la inmediatez, los resultados; no nos paramos a pensar cómo se ha producido algo o cómo ha llegado hasta nuestras manos, lo que nos importa es tenerlo en tanto que satisface un deseo (que no una necesidad).
La propuesta de Antonio Blay: volver a la esencia
Vivimos como si tuviéramos mucha prisa por alcanzar constantemente una meta que siempre resulta inalcanzable porque va desplazándose conforme tratamos de llegar a ella. Como dijo John Lennon: “la vida es aquello que te pasa mientras estas ocupado haciendo otros planes”. Y todo esto que ocurre mientras tanto, nos pasa totalmente desapercibido porque nuestra mente no ve más allá del objetivo final, con el que estamos totalmente identificados.
Sin duda, lo que más frustración nos genera es ver que, si en algún momento llegamos a alcanzar ese objetivo idílico que nos prometía la mente, comprobamos que esto tampoco nos aporta la felicidad anhelada. Todo ello ocurre porque estamos buscando fuera lo que ya somos dentro y, en esta búsqueda sin sentido, nos perdemos la vida y a nosotros mismos.
Educar en el asombro empieza por nosotros
El problema principal radica en que no vivimos lo que somos, sino un amasijo de ideas sobre lo que somos y lo que tenemos que llegar a conseguir. Y este patrón mental repercute directamente en la manera como educamos a nuestros hijos: lo que creemos que ellos son, lo que no queremos que sean, lo que creemos que tienen que llegar a conseguir, etc.
Se trata del mecanismo yo idea – yo ideal que explica en sus libros el precursor de la psicología transpersonal en España Antonio Blay (en este artículo hablamos más en profundidad sobre ello). Este mecanismo opera en nosotros de manera automática condicionando nuestra existencia y desconectándonos de la esencia que somos; aquí radica el origen del sufrimiento humano. La buena noticia es que, haciendo un trabajo personal como el que aquí proponemos, podemos desactivar todo este entramado, lo que permite vivir una vida plena y con sentido. En este artículo explicamos con más detalle cómo.
¿Promueven los centros educativos una educación respetuosa?
Esta cultura orientada a los resultados, la sufren los niños en sus propias carnes cuando, en los centros educativos, se les valora como una calificación sin tener en cuenta su naturaleza compleja y multidimensional. Es decir: sin observar la evolución, la globalidad del individuo y el proceso de aprendizaje y desarrollo, que es único y sigue un ritmo diferente en cada niño.
Es necesario acompañar al niño para que encuentre su lugar en el mundo permitiéndole tener un papel activo que le permita comprender el entorno que le rodea. De esta forma, alimentamos el sentido de pertenencia, así como la conexión con uno mismo y con el entorno. Observando las cosas en su globalidad, le ayudamos a ser consciente de la completitud de la vida y a sentirse parte del todo al que pertenece.
Así pues, es urgente empezar a valorar los procesos frente a los resultados tanto en el contexto escolar como familiar. Los niños necesitan ser educados para ver más allá de lo aparente, profundizar en la naturaleza de las cosas, en la maravilla de los pequeños sucesos que acontecen cada día y que, debido a que no tomamos conciencia de nosotros mismos, no somos capaces de ver.
La actitud positiva: da lo mejor de ti y suelta el control
Este modus operandi que tenemos automatizado donde lo que importa es ir coleccionando logros, es más peligroso de lo que nos parece. De hecho, nos produce un gran sufrimiento que podemos evitar si adquirimos el compromiso de hacer un trabajo personal. Y es que, una de las mayores causas del sufrimiento humano es el hecho de apegarnos a los resultados de nuestras acciones. Si las cosas salen como nosotros queremos, estamos contentos y sino, nos invade la ansiedad, la angustia, la frustración, etc. Esto nos hace totalmente dependientes del exterior, como si la vida fuera una ruleta rusa en la que nos puede tocar cualquier casilla y en la que nosotros no pintamos nada.
En este sentido, Antonio Blay nos dice que el éxito de un proyecto no se mide por los resultados, sino por el hecho de dar lo mejor de ti al hacerlo. Si has puesto todos tus recursos al servicio del mismo, sea cual sea el resultado, el proyecto habrá sido un éxito. Sin embargo, si solo has dado lo justito para salir del paso, aunque el resultado externo sea positivo, no habrás aprovechado la experiencia para poner en acción todo tu potencial. Y esto es lo verdaderamente interesante y lo que tiene sentido para hacernos evolucionar en este apasionante juego de la vida.
Es lo que él denomina actitud positiva. Esto no significa ser muy positivos ante lo que nos ocurre en la vida; en este caso, “positiva” viene de “poner”. Poner lo mejor de ti mismo al servicio de las situaciones: esto es lo único que nos transforma de verdad (lo explicamos más detalladamente en este artículo).
Pedagogía Waldorf: elogio a la lentitud
El hecho de dar a los niños la oportunidad de aprender de los procesos y maravillarse con ellos constituye una de las bases de la pedagogía Waldorf que, podemos decir, hace un elogio a la lentitud. La pedagogía Waldorf les insta a ser consientes de los ritmos de la naturaleza, que es un elemento fundamental del proceso educativo, les anima a hacer las cosas por sí mismos, a construir sus propios materiales, confeccionar sus libros de texto, recuperar la magia de los antiguos oficios, rescatar las tareas del hogar dotándolas de valor educativo, etc.
Gracias a ello, los niños toman conciencia del proceso necesario para llegar al producto o resultado final y son capaces de valorar más las cosas, así como los recursos materiales y personales implicados en su elaboración. Así, les ayudamos a crear conciencia social y medioambiental, un bien sumamente necesario hoy en día.
Esto me recuerda a una anécdota que viví trabajando como maestra de Educación Infantil cuando me di cuenta que había niños de cuatro o cinco años que no sabían de dónde venía la leche; lo único que tenían claro es que venía de la tienda.
Ejemplos de actividades en las escuelas Waldorf
Estas son algunas de las actividades que se realizan en las escuelas Waldorf dependiendo de la edad y de los intereses del niño. Cabe señalar que todas ellas son voluntarias, decidiendo el niño si desea participar o no. De hecho, no suele hacerse una invitación explícita sino que la maestra comienza a realizar una actividad y el niño, si lo desea, se acerca y toma parte de ella. Normalmente, el deseo de exploración y el poder de la imitación en edades tempranas, hace que la mayoría quiera involucrarse.
– Elaborar el pan para el almuerzo
– Modelar cera de abeja natural
– Limpiar los materiales y el mobiliario
– Lijar madera
– Hacer telares
– Elaborar sus libros de texto
– Trabajar la madera y crear utensilios con ella
– Pintar con acuarela
– Cuidar el huerto
– Coser
– Cultivar el arte con materiales naturales
– Crear una mesita de estación con elementos de la naturaleza
– Pelar y trocear la fruta para el almuerzo
Conclusión: la importancia de educar en el asombro
Sabemos que el desarrollo humano no es un guiso que se hace rápidamente en olla exprés, sino que es un proceso que requiere tiempo para que se dé de la manera adecuada; se cocina lentamente, como el guiso de la abuela que siempre sale delicioso.
Así que ya sabes, tienes dos opciones: darle al niño el tiempo que necesita, no adelantarte a las etapas de desarrollo evolutivo, esperar a que la naturaleza haga su trabajo y prestar atención a los procesos en vez de a los resultados o activar el modo exprés y terminar antes pero comprobar después que el guiso en verdad está duro.
Un libro maravilloso para profundizar en todo esto y que disfruté muchísimo leyendo es Educar en el asombro de Catherine L’Ecuyer.
Quieres que tus hijos te ayuden y se sientan útiles? Te recomiendo leer este artículo.